MI VIDA LA CREO YO




MI VIDA LA CREO YO





Y esto me decido a escribirlo cuando un ser que comparte camino conmigo me dice: “La culpa la tienes tú”.

Estoy en el proceso de hacerme responsable de mi vida y de las decisiones que me llevan a estar donde estoy, a ser lo que soy, a vivir donde vivo, a tener la ocupación profesional que tengo… Digo en el proceso porque me resulta fácil volver a caer de vez en cuando en el victimismo y en echar balones fuera acusando a los demás de mis estados de ánimo, de mi situación, de mis experiencias, de mis expectativas… Cada vez soy más consciente de ello y lo observo ya, incluso, con humor. Cuando me enfadaba me resultaba fácil entrar en el huracán o torbellino y comenzar a escupir esa rabia hacia el exterior pillando al que estuviera enfrente. Cada vez mis huracanes son más suaves y se van convirtiendo en tormentas más débiles porque, cuando estoy entrando en ese torbellino, me salgo del personaje y me observo desde fuera.

Cuando este ser al que acompaño de seis años me dice “la culpa es tuya” en algo tan claramente suyo, me está mostrando algo muy importante. Resulta muy cómico porque la situación no tiene escapatoria y, sin embargo, este ser incluso quiere salirse por la tangente y no puedo más que reírme. Le pregunto: “¿Dónde has oído eso? “En el cole”, me contesta.

Cuando me encuentro con adultos que, en una situación en la que el niño se cae dicen: “La culpa es del suelo” o “la culpa es de la mesa”, pienso “¿es que la mesa se ha movido para golpear al niño?” Ahí podría ser el inicio de la delegación de sus experiencias en todo lo externo y la supeditación a lo que le rodea.

Esto lo observo claramente en el tema de la salud. Quitarse la responsabilidad de la propia salud delegándola en otro ser que recibe el nombre de médico y que no te conoce de nada es muy cómodo.

Cuantas veces el cuerpo nos habla, nos grita y hasta que no vamos al médico y nos dice: “Usted sufre de lo que sea” no le escuchamos, bueno realmente tampoco le escuchamos porque con los medicamentos lo callamos, le ponemos una mordaza para poder seguir el ritmo frenético de la vida. Es fácil delegar en el médico y, si se confunde y no da en el clavo, ya tenemos a alguien a quién culpabilizar. Y nosotros no hemos tenido nada que ver con este hecho en NUESTRO PROPIO CUERPO, es como algo ajeno. Es cierto que para entender lo que nos dice el cuerpo necesitamos conocernos a nosotros mismos y, sobre todo, hacernos conscientes de que tenemos un cuerpo. Esto parece curioso y podría parecer absurdo pero no lo es. Hay muchas personas que no son conscientes de su cuerpo y lo tienen olvidado como si fuera una protuberancia de la cabeza. Cuanto más escuchamos al cuerpo más vamos comprendiendo lo que nos quiere transmitir.

Escucho gente quejándose de su situación y sintiéndose una víctima de la sociedad y cuando les sugieres que cambien esa vida, se excusan en la crisis, en la falta de trabajo, en los políticos… Todo menos hacerse responsables de su propia situación. Yo he sido esa gente, ahora, cada vez menos.

Ahora tengo claro que yo estoy donde estoy y vivo como vivo por todas las decisiones que he tomado a lo largo de mi vida.

¿Y si esto se lo vamos transmitiendo a los niños desde pequeños y no echamos balones fuera? Claro, para ello se necesita mostrar el ejemplo y vivirlo desde dentro. Y, por supuesto, tener presente que nos referimos a la responsabilidad, no a la culpa. La culpa causa sufrimiento, la responsabilidad empoderamiento.

Ahora lo que creo es que si me enfado, me siento triste, me frustro… es conmigo misma. Todo se desarrolla dentro de mí y el exterior son las excusas que nos ponemos para encontrar una causa a esas emociones. ¿Para qué encontrar explicación a todas las emociones que tenemos? ¿Y si las vivimos y punto?

Una misma situación me puede irritar o hacerme reír dependiendo de mi estado de ánimo.

Si creo que lo exterior me influye en todo lo que vivo y siento, me encuentro a la deriva, dejándome llevar por los demás como un barquito que es arrastrado donde la corriente quiera, golpeándome con las paredes y las rocas que me encuentro a mi paso.

Al contrario, si creo que yo decido mi posición en este mundo, siento el timón en mis manos, dirijo mi vida. Y me puedo encontrar las mismas rocas en la corriente pero yo decido cómo me afectan y si quiero golpearme contra ellas, esquivarlas o sobrepasarlas experimentándolas como un aprendizaje. Si las experiencias las siento como aprendizaje, sean ‘positivas’ o ‘negativas’, no necesito buscar ningún culpable, me hago responsable de ellas y las vivo. Si no ha funcionado a la primera puedo probar de otra forma. Esa es la vida: prueba y error (o aprendizaje). Para ello necesitamos perder el miedo a equivocarnos, perder el miedo a ese supuesto error.

¿Depende tu estado de ánimo y, por tanto las experiencias que vives, de esas palabras que te han dicho hoy?

¿Para qué buscamos un culpable en la mayoría de las situaciones que vivimos?

¿Te sientes barquito a la deriva o capitán de barco con el timón en tus manos?

 


 

 

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